Carta abierta a las demás mujeres

Carta abierta a las mujeres de este planeta

Asteria {maestro látigo}

Van pasando los meses y cada vez soy más consciente de que me he apropiado de un tesoro que me viene grande, pero que no pienso soltar. Vosotras no podéis entenderlo porque no lo conocéis. Y si saco la parte egoísta que hay en mí, mejor que siga así.

Porque vosotras no sabéis que él, mi tesoro, es un hombre fascinante, embriagador, con ese toque caballeresco de la vieja escuela, mezclado con un lado canalla, que bien te envuelve en poesía, o te pellizca el culo mientras paseáis. Que tiene esos detalles que nos hacen llorar de emoción, aunque con él no nos da tiempo, porque con una mirada, un puñadito de palabras y unas manos muy hábiles, hace que al instante estéis derretidas de deseo.

Vosotras no lo conocéis, pero es un saco de anécdotas personales que podrían llenar un tomo de enciclopedia completo, con las historias más divertidas, sorprendentes, increíbles, que hayáis oído. Y uno no sabe qué es lo mejor, si la historia en sí, o cómo la cuenta.

Vosotras no le habéis oído perder los estribos por una injusticia, enfrentarse al más encumbrado, bromear con la muerte, proteger al débil, perseverar con el lento, y empujar al que tiene posibilidades. No habéis visto que su proceder crea lealtades, que es un maestro de la vida y de muchas otras cosas, y que sus discípulos le adoran y le siguen do quiera que vaya él.

No habéis disfrutado de sus momentos de ocio, divirtiendo al personal con chistes, canciones, cuentos, recuerdos. Alrededor suyo se crean nuevas amistades, él es capaz de congregar a gente de la más distinta índole, porque todos tienden a buscarle, inevitablemente. No le habéis visto capaz de contar un chiste verde o explicar con sencillez una teoría política o filosófica.

No habéis presenciado sus peleas, sus retos a la vida, sus victorias ante el enemigo, su forma tan noble de encajar las dobleces y subterfugios de los que muy desacertadamente pretenden perjudicarle. No habéis temblado de miedo ante su ira, ni suspirado de alivio cuando casi al instante recupera el control sobre sí mismo.

No habéis contemplado la magnitud de su voluntad, su extrema determinación que hace que todo lo de a su alrededor funcione. Su ordenado modo de proceder, metódico, coherente, irrefutable. Su celeridad, su eficacia. Su tendencia a interceder por los demás incluso cuando no lo merecen.

No os ha asombrado ver a tamaño titán expresar su pesar con humildad ante un error, ante un agravio a un tercero.

No os habéis cegado con la verdad reflejada en sus ojos y en su discurso. No os ha transportado a cualquier lugar y momento de la Historia. Su memoria, su afán de lectura, sus ansias de saber, y su habilidad para contar, hacen de él un grato compañero de copas, un útil mentor, una fuente de conocimientos, un ejemplo a seguir.

Vosotras no habéis gozado de su sexo, sus manos, sus labios, su lengua, su cuerpo. Entregado, magnífico y experimentado, salvaje, tierno, apasionado, constante, fuerte, perfecto. Sin complejos, sin egoísmos. Más que perfecto. Vosotras no habéis acabado agotadas y satisfechas, de hecho, tan satisfechas que suplicaríais por más, aunque solo fuera para experimentar una y otra vez lo que él es capaz de ofrecer.

Vosotras no os habéis sentido halagadas, honradas, por oírle decir que no os quiere tras sus pasos, sino a vuestro lado. Vosotras no le habéis oído susurrar que os quiere, y vuestras piernas no se han puesto a temblar como flanes. Vosotras no os habéis notado respaldadas y apoyadas por él para lograr vuestros objetivos.

No os ha hecho sentir VIVAS, ÚTILES, ESPECIALES.

Y no lo hará, porque es mío mientras pueda.