Universitarias

CM

Era compañera de la facultad. Tenía una hermosa melena. Veía el mundo con alegría y mi cinismo la mantuvo lejos de mis sentimientos y cerca de mi pene. Tenía una linda figura. Ignoraba que le gustara hasta que Sinté le echó la bronca plena de celos.

Nos echaron del bar Malandro por escándalo tras bebernos una botella de vodka polaco. Comencé a poseerla encima del taburete de la barra, de pie, abriendo sus piernas. Nunca me dijo no. Sabía qué hacer con una verga. Nunca fornicamos porque me volvía loco con su boca en mi falo y la mano en los testículos. En una ocasión, apoyado contra un pilar de un oscuro local liberal, mientras ella estaba abajo, se nos acercó una pareja pija. Él, desenvuelto, propuso el intercambio y miré a su mujer que no ponía buena cara. Era un chico listo. Yo iba a estar servido por un rato. Les dije que luego, CM no se detuvo hasta hacerme derramarme pero luego hizo mohines al intercambio. No hubo cambio, así que hundí mi mano tras sus bragas y la devolví el regalo del orgasmo. Pasó una noche en mi casa, el sueño me vencía y ella quería más. Tenía un cuerpo escultural y era romántica y en ello me cebaba con cinismo.

BB

Era una universitaria, compañera de Facultad, que algún policía puso en mis talones (lo intentaría volver a hacer después con PL) a cambio de un poco de dinero y de aventura. BB hablaba por los codos y se creía poseedora de algún tipo de poder desconocido, una sensación de ser especial y estar pasando una prueba común en la infancia.

La bajé a los servicios de Dos Rombos y la bajé también la cabeza. Escribí: «Él se siente viejo y a gusto en su desigual relación. Piensa que con la adolescencia se va el amor concreto, concentrado sobre algo o alguien. Se mira y encoge la cintura, continúa divagando… que si los años y los kilos difuminan ese amor, generalizándolo, que si al ensancharlo reducimos su intensidad. De tarde en tarde baja de sus alturas epistemológicas y escucha las peroratas inconexas de BB y luego se pierde de nuevo. Recuerda haber leído en algún lado algo sobre el pensamiento et  reo nonato hasta la senilidad, hasta la desaparición de la tiranía de la carne. Entonces estás devaluado por la vejez y subjetivizado por la experiencia personal.»

Me hacía felaciones casi exclusivamente. Sólo me la tiré una vez. La puse encima y me miró con ojos sorprendidos. Veinte años después supe porqué. Era virgen y se hacía la desenvuelta porque le daba vergüenza estando en la universidad. Su primera vez fue cuando le penetré en la boca en los servicios de un bar. Era realmente un pato chupándola, si me lo hubiera dicho al principio nos hubiera ido mejor. Me gusta enseñar.

CS

A CS la conocí tiempo después de licenciarme, antes de retomar la militancia. Fue en el entorno de una editorial underground, instalada en un cuartito de la calle Hortaleza donde una tarde amé a Sinté. Eran los tiempos en que con EM comenzamos a montar fiestas privadas en un pub en las afueras, en cuyo baño la poseí varias veces.

Con CS me di cuenta que las mujeres se visten para seducir. Venía por casa para picar alguno de los libros. La minifalda y el escote, vertiginosos. Era radical y tenía siempre un aire triste incluso tras la sonrisa. No la pedí permiso ni disculpas. La tomaba a placer y ella me seguía dócil e imaginativa. Me dijo que deseaba a BB, otra de mis amantes, y que la gustaba cuando la humillaba, un eufemismo para la sodomía. Cuando se lo dije a BB delante de CS le faltó tiempo para irse corriendo.

Estudiaba Periodismo y la radio sonaba: “Eres estudiante de Periodismo y ya te crees un santo en el abismo”.

En una ocasión la visité acompañado a su casa mediterránea. Los dos, por turnos y con excusas, visitamos su alcoba poseyéndola. En otra la obligué a masturbarse con un pepino helado mientras la grababa. Me enardecía follarle la boca.

Probablemente fue la amante de los radicales más interesantes.

Casada de Usera

También hubo otras compañeras de Facultad. Una de ellas era la clásica niña que se sienta en primera fila y hace preguntas del tipo: “eh, profesor, que estoy aquí”. Descubría el mundo con la universidad. Estaba casada con una bestia parda.

Tras una partida de póquer en su casa, la poseí sobre su lecho. La hice todo lo que quise y ella disfrutó, era nuevo para ella. Apareció su marido llenando todo el pasillo. Con el tiempo se mudaron a Segovia, se separó y salió con un amigo mío anarquista.

MM

Me enseñó que pueden estar enamoradas de ti con más de veinte años y no te das cuenta. La conocí en la Universidad. Me acabó contando cómo se tocaba mirándome desde los bancos de atrás de la clase.

Paseamos una noche entera hablando y caminando por todo Madrid. Estuvimos unos días en un pueblecito portugués años después. Tuvimos un ritual anual en torno al 11 de febrero durante algún tiempo. Seguimos siendo amigos, aunque se enfadó bastante cuando otra amiga mía le propuso hacer un trío conmigo.

PB

La llamábamos la paraca por su afición a los deportes de riesgo, que le costó algún disgusto. Me cedía una habitación de su casa para ir con mi novia. Cuando ésta se iba se lanzaba de cabeza a por mí: «No quiero tus manos, quiero tu rabo». Teníamos una relación de amistad con derecho a roce y sin celos por ambas partes. Se presentó un día en la puerta de mi trabajo porque había pinchado una rueda y no sabía cambiarla. Me divirtió aquello.

Una noche borracho me quedé a dormir en su casa y ella salió con una amiga, al regresar la propuso que se metieran en la cama donde yo dormía y despertarme a polvos. Con ella comencé a frecuentar los bares de intercambios de parejas. Era una chica formidable hasta que el caballo la tiró al arroyo. Me gustaría saber de ella.

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