Ejercicio con Arkadia, pincha en la imagen
Me gusta chatear con Arkadia, me desafía cuando estoy trabajando o en una tertulia enviándome fotos de su desnudez. La ordeno que se haga más o que deje a sus amigos en el bar y vaya al baño a masturbarse para mí. La pongo ejercicios que cumple a rajatabla, sin excusa ni pretexto. Su sensualidad no tiene límites y me arranca una sonrisa y una erección en medio de una conferencia o de una clase. Mi esclava es formidable y alegra mis días, incluso aquellos que nos mantienen alejados físicamente. Los encuentros personales son memorables.
Cueros y barras a una mano
Escribe Arkadia {mi señor}
Mi señor, quieres entretenerse conmigo, yo estoy encantada de complacerte y además de que me liberes un rato de la frustración por unas ideas que no me llegan a la imaginación.
Mi señor, deseas que use la restricción separadora, mas no para esa función. Quieres abrochar el cuero a mi muñeca dejando que la barra cuelgue. Debo frotar mi sexo en ella. Me recuesto en el sofá y creo más oportuno enviarte una foto para indicarte que estoy cumpliendo tus órdenes que enviarte un mensaje de texto. Mi iniciativa acierta de pleno en tus deseos, pues en caso contrario habrías tenido que exigírmela. No ha hecho falta, adoro tus mandatos pero también es una alegría conocer tus deseos sin palabras mediante.
Hinco la barra entre los almohadones del sofá, cierro las piernas hasta que tan sólo queda un dedo de distancia entre los muslos y comienzo a mover mis caderas. Como estoy reclinada veo perfectamente mi cuerpo y mi movimiento, mis caderas se mueven en una curvatura para que el frotamiento con la barra lo cubra todo, desde el ano hasta el clítoris. La sensación es de tremenda excitación, cuando roza mi ano con el metal deseo que me penetres, mi señor. Cuando la barra se desliza entre mis labios deseo que me sodomices, mi amo. Cuando mi hinchado clítoris se frota y golpea con el artilugio me imagino tu lengua haciendo sus maravillas. Sigo el movimiento despacio, aunque complicado te escribo que eso es lo que me gustaría, que me lamieras el sexo mientras frotas la barra entre los cachetes de mi trasero.
Mi movimiento retoma el ritmo, ahora algo más acelerado. Mis pezones se erectan pareciendo adorables montañitas, deseables, lamo mis labios. Respiraciones profundas y movimientos rápidos me desesperan de gusto, deseosa de gozar más me postro de rodillas y cojo la barra con la mano atada. Además de mover la restricción con la mano, muevo también mis caderas y la mano libre acaricia el clítoris y los labios. A cuatro patas deslizo únicamente la vara con la mano y vuelvo a llegar a la desesperación, me invade la pasión y las ganas, me vuelve loca complacerte y verme tan hermosa cuando lo hago.
Caigo literalmente de espaldas entre almohadones, mis caderas van a un ritmo frenético y mi mano libre da unos gopecitos a mi sexo. Sin saber cómo ni habiéndolo pensado, la barra acaba en mi boca a través, estoy lamiendo mis fluidos mientras imploro tu presencia “Mi señor, mi señor, ven a por tu esclava. ¡Mi señor, tómame!”, con la barra impidiendo que cierre la boca y mi mano acariciando y azotando mi sexo inspiro profundamente y aguanto la respiración como tú quieres que haga. Sigo masturbándome sin respirar, tres, cuatro, placer, siete, ocho, rabia, diez, once, ¡Mi señor, que llego!, trece, catorce… “¡Ahhhh! ¡Amo mío! ¡Ahhhhhg! ¡Mi señor!”. La violencia de la pasión se apodera de mí, el orgasmo es tan increiblemente placentero que sueño con que empieces a azotarme inmediatamente y lo alargues un buen rato, sólo azotes o latigazos hasta que empiece a enrojecer y me folles enseguida presionando con tus manos allá donde estoy escaldada, pellizcándome cuando estoy deseosa de correrme.
Y ya en calma bendigo entre risas el día que naciste.
Experiencias y enseñanzas del Maestro BDSM 