Arkadia obedece

Arkadia

Mi señor, una tarde más he gozado incitada por tus palabras, al recordarme la silla del ordenador me has excitado retornándome a la pantalla, a tu imagen, a mis ganas de traspasar la red para ponerme sobre tus piernas. El sexo húmedo cuando hemos colgado poco ha tardado en mojarse completamente, un escalofrío de gusto hace que me frote con los muslos apretándolos fuerte.

Me he desnudado sin apenas notar el frío, he ido a la habitación para coger de mi cajón el dildo negro y el transparente, también he anudado a mi cuello el pañuelo negro sin apretar pero sin dejarlo suelto. Para ponerme a la acción he puesto las manos bajo agua caliente, como me dijiste no hace mucho, miraba mi cuerpo en el espejo y me gustaba, sonreía. Después de secarme las manos, frente al espejo, mantenía las piernas juntas, con una mano separaba los labios de mi vagina y con la otra frotaba el dildo negro en mi clítoris, después de bañarlo en mi flujo lo he lamido despacio, lo he succionado y mi lengua se ha entretenido un rato con él mientras la mano libre masturbaba el clítoris. Me entraban muchas ganas de que me penetrases el coño y por eso he mojado mi ojete y he metido el dildo en mi culo. Con las ganas he agarrado el dildo transparente y he ido al salón.

Una silla junto a otra, una rodilla en cada silla, el dildo de mi trasero rozando la mesa. Pellizcaba mis pezones, bamboleaba mis tetas, frotaba mi sexo desesperada por sentir tus embestidas, el calor de tus manos sujetando mis caderas y tu voz proclamando tu poderío sobre mí. En un placentero descuido me he corrido siendo yo quien daba voz a tu imperio.

Aún quería más, sin darme un respiro después del orgasmo me he sentado sobre la mesa, he asido el rampante y lo he frotado durante un minuto por toda mi raja, golpeando al negro de cuando en cuando. Lo he introducido lentamente, entrando y saliendo un poco más cada vez hasta que al fin ha llegado al tope. Te deseaba encima de mí, me he tumbado por completo en la mesa y mientras de mi boca salían estas palabras «Mi señor, mi amo, me voy a volver loca, quiero que me folles ya», mientras hablaba el falo entraba y salía desesperado de mi vagina, sin pausa alguna y con un ritmo frenético y constante he vuelto a correrme.

Me desespero, mi señor.

Deseos

Asteria Esclava: Oh, mi amo, deseo que hagas de mí lo que quieras, espero ansiosa el día en que te vea, todos los días hago el rito y todos los días me pondré en el cuello el collar de posesión que me adjudiques. Soy tu esclava y haré cuanto desees, eres quien dispone. Mi cuerpo…

La dama Asteria

Dama {Maestro Látigo}  Maestro, elige un sitio, te excito pero te lo digo para hacerlo, no sólo para excitarte. Pues ahora imagina esa sensación en un lugar público con mis labios, mi boca. Tú de pie o sentado, como desees, yo de rodillas, ambos en silencio y el hilo musical o el ruido del tráfico,…

Átame, mi señor

Asteria {mi señor} Me vas atando las vendas a manos y pies. El tacto es agradable. Me gusta cerrar los ojos para sentir tus dedos rozándome suavemente las muñecas y los tobillos. Sonrío, y me dices que no te hacen falta barrotes. Yo no pensaba en eso, sino en lo considerado que te vuelves justo…

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