Esa tarde de látigo

Voy a sentarme frente a ti desnudo, con un látigo en la mano, y ordenarte que comiences a masturbarte frente a mí y gritar mi nombre y que eres mi perra. Mientras te masturbas y gritas de placer te voy pegando con el látigo. Cuando te escucho correrte, te mando que me mames la polla y que vengas gateando hasta mí. Me lames los huevos, luego te meto toda mi verga en la boca, me la chupas mientras sigo azotándote. Te agarro del pelo y te arrastro por el suelo hasta ponerte a cuatro patas, escupo en tu culo y te sodomizo tirándote del pelo. Te giro y separo tus muslos, te follo por delante hasta oírte llegar de nuevo. Entonces saco mi verga y la pongo entre tus tetas para que me masturbes con ellas, te abofeteo para que aprietes más. Me corro entre tus pechos y te mando que limpies mi polla y tu piel de todo el semen.  Entonces te llevo a la cama y te meto mano entre las piernas, invado tu sexo y te masturbo con fuerza hasta provocarte otro orgasmo. Cuando terminas te susurro lamiéndote el oído: eres mi esclava, mi perra, mi puta exclusiva. 

Volveré a tomarte mientras duermes, mi esclava. Cuando el sueño se apodere de ti y salga de mí, miraré tu cuerpo desnudo, encogido buscando protección. Pasaré un dedo por tu costado, dibujando los contornos de carne. Pasaré las manos rozando tus carnosas nalgas redondas.  Bajaré para lamer el valle de tu cintura, pasaré la lengua por entre ellas, suave, apenas rozando y golpeando suavemente con la punta.
Me detendré un momento y cambiaré de idea. Ataré tus pies y manos a la cama dejándote boca arriba, cubriré tus ojos con la venda y te abofetearé suave. Cuando empieces a emitir sonidos, te hablaré: “Voy a hacerte cuanto quiera, eres mía, esclava. Como mañana no recordarás nada, he puesto una cámara a grabar para que lo veas al despertar”.

Notarás tu sangre circulando por las venas, el sudor saliendo de tus poros. Los sentidos alerta, no te has sentido tan viva jamás. Te miraré sin moverme aún para disfrutar de la espera. Miraré tu cuerpo una vez más, ahora de frente. Adivino tu orgullo, eres mi mejor esclava y lo sabes.  Te cantaré suave mientras acaricio tus piernas, recorreré su redondez y su longitud: tus tobillos, las rodillas, los muslos, evito el sexo. Cogeré tu cabeza y la alzaré para besarte en los labios, en la boca, en la lengua. Te quitaré la venda y te miraré a los ojos. Sonríes, como tu boca. Te volveré a besar con frenesí aferrándome a tus manos atadas.  Me sentaré sobre tu cuerpo. Verás mi verga y te ordenaré que la huelas, después que la beses, sólo besarla, por ahora. Lo harás con mimo, venerándola. Es la que te penetrará, la que bailará entre tus pechos, la que te llevará de un orgasmo a otro.  Entonces mis manos buscarán tus pechos, los magrearán, tirarán de ellos, dulce tortura a la que seguirá una larga sesión de dominio, pasión y conquista de todo tu cuerpo…

A la mañana siguiente, junto al café estará la grabación de anoche con una nota: Mira este vídeo y luego búscame en la alcoba.