El apetito sexual de mi esclava

Asteria

Esclava dice: estoy excitándome pensando que te masturbas pensando en mí chupándotela, estoy muy caliente hum, me gustaría tener tu polla en mi boca mmmmmmm jódeme, amo, dime que me estás follando, sí, tengo un subidón, muérdeme ¡en los pezones!  pues yo ahora tengo muchas ganas de que me digas cosas en un bar, al oído, y que me calientes, quiero que me dejes lamerte las pelotas hasta que estén a punto de explotar y empezar a masturbarte mientras uso la máquina vibradora hasta que te corras, y que me llenes toda la cara de tu lefa hum, sí, deja que te limpie cada gota.
Sí, vaya tela, ahora no voy a dar pie con bola, tengo el coño ardiendo, quiero follarnos como en el jacuzzi, ¡qué placer me diste, fiera! ains, no encuentro palabras, es que ya no encuentro palabras

Sí, grito, y de pronto me quedo callada, porque la fuerza se me va entre las piernas, grito de nuevo, y tu lengua sigue ahí, a punto de encontrar mi orgasmo. El caso es que no encuentra uno. Siempre son tres. Cuando jugamos a esto siempre viene una oleada de placer previa, que se va enseguida para volver de nuevo mucho más fuerte, con una intensidad inesperada, que se vuelve a ir, y por fin, una última, menos aguda pero más contundente, que perdura durante un rato. Creo que grito, no lo sé, no puedo controlarme ni sé lo que estoy haciendo, solo noto ese placer, tu lengua, tus manos sujetando mis piernas. Y cuando por fin me relajo mi cuerpo está tan sensible que tengo que suplicarte que salgas de ahí, porque no puedo soportarlo. Y entonces te incorporas de nuevo para ponerte sobre mí, y tu sexo entra en el mío, que está completamente empapado, y empiezas a embestirme, y ahora puedo agarrarme a ti en vez de a la cama, y echar mano de tu espalda, de tu cadera, de tus nalgas, que aprieto, acaricio, clavo mis uñas… siento el roce de tu pecho en el mío, el movimiento de tu pelvis… y pienso, y digo… sí, así… hum… has acelerado tu ritmo, me aprietas los brazos… y empiezas a pronunciar mi nombre, y me anuncias que te viertes dentro de mí… sí, me encanta. Hazlo. Tus embestidas son más fuertes y siento ese calor dentro, que delata que has llegado al éxtasis. Y sigues, ralentizando tus movimientos, dentro de mí unos minutos más.

Quiero que me pongas la mordaza, y las cuerdas y que cojas el látigo y que me pases el cuchillo y que me des un bofetón y que me dejes el culo rojo, más latigazos, llámame zorra, amenázame, pégame y dime todas las barbaridades que me vas a hacer, hazme suplicar, suaviza y dame esperanzas y luego vuelve a la carga, me encantaría poder ver cómo te masturbas ahora mismo, yo preferiría que te masturbaras tú y yo estar atada sin poder moverme, de rodillas con un hielo entre las piernas esperando para que cuando quieras correrte, me des tú el calor, dime que me estás follando y mi rostro se contrae del deseo enloquecido, me das una bofetada, te beso, para que no me ahogues con tus manos fuertes mmmmmm jo El caso es que no logro olvidar tus azotes. Ni tu pelvis moviéndose contra mi boca. Ni los golpes de tu cadera sobre mis glúteos. Ni el cosquilleo del vello de tu pecho sobre mi cara cuando estás sobre mí, y me agarras la cabeza. Cierro los ojos. Hoy, voy a esperar a que te acerques, y roces mis labios con los tuyos. Cuando lo haces noto un ligero cosquilleo que me impulsa a apretarme a tu boca. Noto la presión de tus dientes en mi labio inferior. Abres despacio la boca y con la lengua te haces hueco, jugando conmigo. Me acelero pero me frenas. Sigues explorando con la lengua, mordisqueándome, alternas besos suaves en las comisuras. Ya te habría desnudado. La mejilla, el lóbulo de la oreja, se me activan todos los nervios. Has llegado a mi cuello y comienzas a morder hasta llegar al hombro. Quedarán marcas en mi piel blanca cuya simple vista me harán estremecer días después. Con la mano me estás sujetando el pelo, impidiendo que yo participe en este juego, soy sujeto pasivo. Pero mi cuerpo se balancea y te busca. Me sueltas el pelo, y mientras que con una mano me sujetas el hombro y con la otra buscas entre mis piernas, me besas, con prisa, sin pausa, con fuerza. Yo tengo las manos libres y te desabrocho los botones de la camisa. Impaciente te acaricio el pecho, uf, pierdo el control siempre que lo hago. Sales de mí para volver a entrar, varias veces, y de pronto paras para sumergir tu cabeza entre mis piernas, yo forcejeo un poco, quiero que sigas penetrándome, pero pronto empiezo a notar esa sensación tan fuerte, ese placer que me supera, y por el que tengo que controlar mis nervios hasta que me acostumbro un poco, al cabo de un par de minutos. Mis manos se aferran a las sábanas. 

Puedo sentirte a mi lado. Me estás mirando, y entrelazas tus dedos con un mechón de mi pelo. Me acaricias la mejilla. Me acurruco a tu lado y dejo pasear a mis uñas sobre la piel de tu pecho. Acercas tus labios a mis mejillas, dejas caer un beso. Tienes esa mirada intensa que me abruma, y yo busco tu boca con la mía. Me abrazas, noto tus brazos, con fuerza. Paso mis manos por tu espalda. Dejas de besarme y bajas tu lengua a mi cuello, yo te susurro en el oído lo placentero que me resulta. Llegas a mi hombro, e hincas tus dientes, mientras tus manos se apartan del abrazo para dirigirse a la camiseta que uso para dormir, que vuela hasta el suelo. Hundes la cabeza entre mis pechos, los besas, los muerdes, yo aprisiono tus caderas con mis piernas y mis manos persiguen afanosamente, bajo el pantalón, tu fantástico culo.

Te libras de mí y te pones en pie. Haces que me incorpore levemente sobre las almohadas y atas mis manos en la parte alta del cabecero. Cara a la pared, así que no puedo ver cómo te desnudas y subes a la cama con la cuerda anudada en la mano. Pasas la cuerda entre mis piernas, acaricias mi clítoris con los dedos, y te pegas a mí para que note tu sexo erguido sobre mis nalgas. Cambias el rumbo de tus manos hacia mis pezones que pellizcas con fuerza. La emprendes con mis caderas, primero con la mano, después con la cuerda, en la parte baja de mi espalda hasta que me oyes gemir. Te levantas, coges un pañuelo y me amordazas. Te plantas de nuevo detrás de mí y me embistes, sodomizándome, notando cómo me agito. «Mi puta» -se abre paso tu voz entre mis gemidos- eres mi puta, voy a correrme en cada parte de tu cuerpo». Soy tuya, tuya, haz lo que quieras conmigo. Al oírlo paras para oírme suplicar que sigas. Pero te levantas, y ahí me dejas, para volver con un hielo que percibo cuando dejas que se deshaga en mi espalda arqueada, en mis muslos, entre mis piernas. Mi respiración se acelera, pero aguanto la fuerte sensación, mientras me dices que no piensas parar hasta hacerme gritar. Cuando no quedan más que gotas vuelves a la carga. Me follas con tal fuerza que mis brazos empiezan a fallar. Mi cabeza cae sobre la almohada, que va hundiéndose entre el colchón y el cabecero en un hueco provocado por nuestros propios movimientos. Te acercas al clímax mientras me fustigas, me sobas, mientras clavas los dedos en las caderas hasta que quedan marcados. Y siento tu humedad, caliente, excitante, mientras oigo mi nombre en voz alta una y otra vez. Y tu ritmo decelera, aunque aún te siento entrar y salir, hasta que finalmente abandonas mi oquedad para besarme la espalda.

Las yemas de tus dedos pasean por cada centímetro de mi piel. Tu aliento en mi nuca. Tus manos presionan la clavícula y siento un escalofrío. Un hielo, una gota que se desliza por la cadera. El filo de una navaja por mi espalda. Cuerdas que aprietan. Un beso en la parte oculta del muslo. Mi aliento en tu cuello, mi susurro en tu oído. Un mordisco deliberado en tu lóbulo. Deja que acaricie con mis dedos el reverso de tu mano. Bésame los labios, niégame tu lengua hasta que arda en deseo. Aprieta tus caderas contra las mías. Déjame sentir tu erección. A veces el deseo nos hace apresurarnos, hasta el punto de retorcernos y entrelazarnos sin desprendernos de la ropa. Otras, el juego es tan excitante como lo que va a continuación. Mmmm… Sométeme una vez más.

 

Esclavizada…

Asteria {mi señor} Primera, chirrían las ruedas. Segunda para acelerar y adelantar al pasmado del Ibiza azul. Tercera cuando dejo al coche atrás y cuarta cuando la noche es mía. Acelera que el semáforo está en ámbar, frena, porque suena el teléfono móvil. Paro en un rincón. ‘Estoy solo’. ¿Y enfadado? No quiero llorar más.…

Invitación

Asteria: Mañana deberías dejarme que te invitara a una habitación y dejarme que te hiciera de todo para ir satisfecho el lunes, tus manos marcadas en mis nalgas. Das poco, quiero que enloquezcas azotándome, tampoco sé cómo se le quedan a otras, pero imagino que para que para estar rojas tendrán que recibir un tiempo…

La decisión

Escribe Asteria {mi señor} En la cama –bueno, en el sofá, en el suelo, en la mesa, en la silla y donde caiga- según avanza nuestra relación, tengo más ganas de ser sometida. Quiero que él me posea, me tenga, me sienta suya, que disponga de mí y sienta que tiene el derecho a disfrutar…

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s